La primera división de la experiencia


A veces la experimentación toma la forma de un pensamiento en particular, un pensamiento que imagina que la experiencia no es una única sustancia, sino que está dividida en dos partes esenciales: un sujeto que conoce o experimenta y un mundo que es conocido o experimentado.

El sujeto es conocido como "yo" -estoy hablando del yo separado en este caso- mientras que el mundo experimentado "no soy yo". Este pensamiento parece dividir la experiencia en dos partes separadas que se considera que se relacionan por medio de un acto de conocer, sentir o percibir. Con esta creencia, la continua intimidad de la experiencia pasa a estar velada, y con ello también el amor que es la condición natural de toda experiencia.

En este momento parece nacer algo distinto de la conciencia. En vez de sentir que nuestro yo imbuye toda la experiencia de la misma manera, ahora sentimos que nuestro yo imbuye solamente el pequeño fragmento de experiencia que es el cuerpo y la mente.

De esta manera nuestro yo-conciencia aparentemente se contrae dentro del cuerpo y la mente, y el mundo parece estar proyectado fuera.

Esta es la primera división de la experiencia en dos entidades aparentes -el yo y el mundo- que vela u oculta la condición natural de toda experiencia: el amor. Por este motivo el imaginario yo interior tiene siempre la misión de obtener el amor en el imaginario mundo exterior.

La aparente separación de la experiencia en dos partes esenciales es semejante a imaginar que una pantalla se divide en dos cuando dos imágenes aparecen en ella, una al lado de la otra. Si el pensamiento imagina que la pantalla se halla contenida en una sola de las imágenes, tendrá que imaginar también una sustancia que "no sea la pantalla", de la cual esté hecha la segunda imagen.

Así es exactamente como el "yo" y el "no yo" son imaginados por el pensamiento y superpuestos a la continua intimidad de la experiencia. El pensamiento imagina que nuestro yo-presencia consciente no imbuye toda la experiencia del mismo modo, sino que tan solo imbuye una pequeña parte de ella -o es íntimamente uno con una parte de ella-. Esta pequeña parte, el cuerpo y la mente, se convierten en el "yo" separado.

(Pasaje extraído del libro "Presencia. El arte de la paz y la felicidad".) Disponible en "Editorial Sirio".